1 Introducción

Debido al creciente papel preponderante que juegan la ciencia y la tecnología en el desarrollo de las sociedades en que vivimos, desde la mitad del siglo XX se ha ido conformando y diversificado un campo de estudio enfocado en lo que ahora entendemos como Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología (PCST). Esta es un área multidisciplinaria y heterogénea que ha ido creciendo y que se encuentra aún en proceso de consolidación. Tenemos desde la perspectiva de la alfabetización científica (scientific literacy), desarrollada principalmente en las décadas de 1960 y 1970 primordialmente en países europeos; pasando por los estudios de comprensión pública de la ciencia (Public Undestanding of Science) a partir de 1985 y con la atención puesta en el desarrollo de indicadores, así como de estrategias de sensibilización y transmisión de información a la población; hasta los estudios de ciencia y sociedad (Science and society) que comienzan a tomar fuerza a partir de la década de 1990 [Bauer, Allum & Miller, 2007] y se configuran a partir de la creación de modelos de comunicación de la ciencia, mismos que a su vez se han ido transformando desde una relación lineal con las audiencias hasta propuestas más contextuales y participativas.

Todas estas posturas y modelos, así como las particularidades de los y las comunicadoras, además de científicos(as) y grupos de investigación bajo líneas e instituciones específicas, otorgan una rica pluralidad de finalidades y objetivos tanto a las actividades de comunicación pública de la ciencia, como de sus respectivos estudios. Todos ellos concebidos sobre diferentes bases o sustentos epistemológicos. Dichas diferencias epistemológicas se reflejan en cómo se han estudiado los diversos aspectos de la comunicación pública de la ciencia, dejando a veces fuera, a veces dentro, disciplinas específicas, así como ciertas actividades o espacios.

Una perspectiva en donde puede insertarse el estudio de la comunicación de la ciencia es la desarrollada desde Latinoamérica a partir de inicios del presente siglo y que poco a poco ha tomado fuerza y permeando mucho de los Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología (ESCT) en países como México o Colombia, pero que ciertamente no es exclusiva de nuestra región: la Apropiación social de la ciencia y la tecnología. Entendemos que dicha apropiación se da mediante un proceso organizado e intencionado en el que la gente participamos en actividades tanto de producción, como de transformación, consumo y aplicación de conocimientos al mismo tiempo que accedemos a sus beneficios y en donde participan los diferentes sectores tanto de la sociedad civil como de expertos en las diferentes disciplinas científicas [Núñez, 2010 en UdeA, 2013; Colciencias, 2010]. De acuerdo con León Olivé [2007] dicha apropiación se logra con el desarrollo e interacción de 1) el sistema de educación de ciencias y tecnología, 2) lo que el autor define como redes de innovación social y 3) la comunicación pública de la ciencia, todo ello con miras a fortalecernos como sociedades democráticas para lo que una perspectiva pluralista juega un lugar preponderante.

El presente texto se inserta en esta postura y defiende la necesidad de abrir los horizontes de los estudios “tradicionales” de comunicación pública de la ciencia para mirar de manera más plural e inclusiva tanto a las ciencias como a los públicos, es decir, a los diferentes grupos sociales que se desarrollan en contextos culturales, sociales, económicos o de acceso a la educación diversificados. Algunas de las razones que justifican el impulso de una apropiación social de la ciencia y la tecnología, y por tanto de la comunicación de las diferentes disciplinas científicas son: contribuir al entendimiento de cómo funcionan y por qué la ciencia y la tecnología son confiables; apoyar en la consolidación de una cultura científica; por cuestiones de justicia social; y para contribuir en la fundamentación de la participación ciudadana [Olivé, 2007, 2011].

2 El estudio de la comunicación pública de las ciencias sociales

Algunos autores consideran que mientras los campos de autorreflexión científica son multidisciplinarios sus objetos de estudio han sido de un solo lado. A pesar del crecimiento en los últimos años en investigación en PCST este no se corresponde con el desarrollo de los estudios en comunicación pública de las ciencias sociales. Es decir, la comunicación de la ciencia, tanto en su investigación como en su práctica, tiende a implicar a las ciencias físicas, químicas y biológicas, o a campos como la medicina, las matemáticas, las ingenierías o la tecnología; sin embargo, los investigadores en comunicación de la ciencia han puesto poca atención en cómo se discuten en la esfera pública otros campos académicos como las ciencias sociales, las artes y las humanidades, lo que ha limitado el subsecuente desarrollo del campo al dejar fuera a algunas disciplinas [Sjöström, Sowka, Gollwitzer, Klimmt & Rothmund, 2013; Summ & Volpers, 2016; Cassidy, 2014; Schäfer, 2016].

En una reflexión anterior más amplia al respecto [Rodríguez Ríos, 2020] se ha propuesto que lo anterior pueda ser un reflejo de una concepción de ciencia ‘acotada’, en el sentido del tipo de ciencia de corte más naturalista que se percibe como la comunicable, con lo que las ciencias sociales parecen quedar invisibilizadas; lo que sería parte del debate epistémico y social entre ciencias sociales y naturales. Por un lado, cuando se buscan productos divulgativos de ciencias sociales, como el caso de la arqueología, específicamente en espacios de comunicación de la ciencia (como las revistas divulgativas, las secciones de ciencia de los periódicos o las presentaciones en ferias de ciencias) la impresión inicial es que estas disciplinas están ausentes o se desarrollan en menor medida. Por otra parte, las guías más prácticas también parecen estar enfocadas a ciertas actividades y recursos que no siempre incluyen al quehacer científico social, lo que podría desalentar su desarrollo en el área. Sin embargo, análisis más profundos de la cobertura mediática de ciencias sociales proponen que estas son comunicadas de manera diferente, que los distintos grupos disciplinares priorizan distintos medios y canales de comunicación [Summ & Volpers, 2016], lo que se debe a las mismas diferencias en cuanto a métodos de investigación, objetos de estudios o cercanía a las comunidades con las que laboran: el asunto de la reflexividad de la investigación social. De aquí la necesidad de tomar en cuenta las especificidades de estas ciencias para poder vislumbrar sus necesidades comunicativas particulares.

Lo anterior no significa que ciencias sociales y naturales sean completamente distintas y por tanto su comunicación y metarreflexión, o que aspectos criticables en cuanto a cómo se ha desarrollado la comunicación pública de las ciencias sociales sean exclusivos y no afectan a otras disciplinas.

Algunas de las características que las(os) comunicólogas(as) podríamos tomar en cuenta es la diversidad de intereses, de corrientes y de objetivos en las ciencias sociales, dejando así a algunas posturas de estas disciplinas la posibilidad de generar conocimientos en interacción con diversos actores sociales. Dadas estas características de interacción, las ciencias sociales tienen la oportunidad, mediante sus procesos mismos de investigación, de contribuir a la apropiación social del conocimiento y a la solución de problemas específicos en ciertas comunidades. Bajo esta dinámica, podría pensarse en corrientes como de ciencia social interactiva, investigación participante, investigación acción, entre muchas otras, que desde sus procesos de investigación crean métodos de recopilación y reflexión de los datos que incluyen una interacción comunicativa entre científicos y no científicos.

Además de los estudios más clásicos comentados en el primer apartado, otras áreas de oportunidad para la comunicación de las ciencias sociales son la corriente de las ciencias públicas o la denominada Antropología visual, además de espacios institucionales como los departamentos de difusión de las secretarías y programas gubernamentales, así como las áreas de vinculación de algunas de las universidades.

Desde el lado de la transición de la experticia en la esfera pública, también tenemos los estudios que ven a los científicos como intelectuales públicos y que siguen las trayectorias de algunas personalidades influyentes en los medios de información, a las que ahora se vienen a sumar las redes sociales digitales (estas últimas representan un campo complejo creciente de investigación y que está por definir sus conceptos y métodos). Desde esta perspectiva puede ahondarse en la discusión, ya comenzada y debatida, sobre cuál es el papel de los científicos en los medios de información que no son “especializados” [Sjöström et al., 2013].

Uno de los objetivos perseguidos en la presente investigación es comenzar a configurar un estado de la cuestión de la comunicación pública de la arqueología en México, particularmente en el estado de Veracruz, retomando la apertura antes propuesta, en donde pueda explorarse la situación intentando profundizar un poco más desde opiniones de agentes científicos más que encasillarse en la noción de si existen o no actividades comunicativas desde la perspectiva clásica.

3 La comunicación de la arqueología en México

La comunicación de la arqueología se da a través de varios medios, en diversas formas y con distintos fines, mismos que han tenido una historia peculiar en México por el contexto sociopolítico que nos envuelve. Tal vez los dos propósitos principales que han inspirado a dicha comunicación arqueológica, en particular su divulgación, son la comprensión del legado histórico nacional además del interés por la conservación y el cuidado del patrimonio arqueológico.

Se han desarrollado varias actividades de comunicación de la ciencia en torno a la arqueología. Tenemos, por ejemplo, los diferentes foros, seminarios, talleres, coloquios, conferencias, pláticas, encuentros e incluso festivales que se dan como parte de la conmemoración de varios sitios arqueológicos o eventos históricos, así como museos o instituciones académicas donde muchas veces participan investigadores presentando sus trabajos y avances de investigación. Es común la elaboración de folletos y carteles como elementos de difusión arqueológica, donde el contenido principalmente tiene que ver con la descripción de los restos materiales [Mansilla, 2007].

Las monografías, catálogos, noticias de prensa, así como artículos para revistas de divulgación son parte de los textos de divulgación arqueológica. Las guías arqueológicas han tenido un gran desarrollo y auge en los últimos años, siendo un fuerte instrumento de divulgación de esta disciplina. Algunos autores ven a la divulgación como parte de la gestión del patrimonio arqueológico, de especial importancia en México y Centro América.

El interés por la divulgación del patrimonio arqueológico se remonta al último tercio del siglo pasado; sin embargo, ha cobrado un llamativo impulso con el turismo, en donde las zonas arqueológicas se vuelven atractivos culturales, y es aquí donde comienza a difuminarse la línea entre difusión del conocimiento arqueológico y atracción turística y comercial [González Alcaide & Blay Feliu, 2008].

Dentro del ámbito académico se organizan diferentes actividades, especialmente conferencias, seminarios y encuentros de diversos colectivos de investigadores y estudiantes. En la Internet podemos encontrar varios blogs que hablan de temas arqueológicos, muchos de los cuales son elaborados por investigadores cercanos a la arqueología. Recientemente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha ingresado gran parte de sus bases de datos al “Atlas interactivo” de Google Earth, con el objetivo de incrementar el interés por la historia de México.

Pero tal vez el mayor atractivo y punto de reunión para la divulgación arqueológica está en los sitios arqueológicos mismos, donde podemos encontrar los vestigios arqueológicos, en especial los grandes edificios. Las actividades de divulgación científica que se llevan a cabo en las zonas arqueológicas de nuestro país tienen que ver básicamente con la exposición y explicación de edificios y piezas, contextualizadas con información histórica limitada.

Las acciones divulgativas de la gran mayoría de las zonas arqueológicas giran en torno a la descripción de los bienes muebles e inmuebles que pueden encontrarse en dichos espacios [Gándara Vázquez, 2018, 2021]. Lo anterior se da a través de cédulas informativas instaladas cerca de cada edificio o delante de cada pieza. Esta información cuenta con datos históricos y de composición material, principalmente (aunque en varias zonas sólo están desenterrados los edificios, pero no cuentan con ningún tipo de información de apoyo). Las visitas guiadas son un complemento a lo que puede observarse en una zona arqueológica; son recorridos que quedan a cargo de un guía que explica lo que se va observando, describe el lugar, da datos históricos y arqueológicos, además puede despejar algunas de las dudas de los visitantes.

Las zonas arqueológicas importantes o grandes cuentan con un museo de sitio. Lo anterior puede constatarse al visitar las propias zonas de monumentos arqueológicos, así como con la información proporcionada en las distintas páginas oficiales del INAH o las Secretarías de Cultura. En estos museos podemos observar las piezas o hallazgos, ya sean los originales o en varios casos réplicas, que se han encontrado dentro del yacimiento o en sus alrededores. También podemos observar cuadros informativos, tablas, maquetas, fotografías, pinturas, y en algunos hasta salas de conferencias audiovisuales o proyecciones documentales. Todo lo anterior es el complemento de lo que no se ve en los edificios y está relacionado con la zona arqueológica y la cultura a la que pertenecen o pertenecían. En contados casos además se cuenta con salas de exposiciones temporales.

Dependiendo del lugar, de las personas que colaboran y de las instituciones que intervienen, así como la participación comunitaria y las posibilidades geográficas y sociales, en cada zona arqueológica se organizan actividades particulares, como las excursiones científicas en Morelos y Puebla; la noche de luces y sombras en zonas como El Tajín y Chichén Itza; o los corredores biológicos de reservas ecológicas como en Palenque o Bonampax. Además, cada museo de sitio puede tener las posibilidades de organizar eventos y exposiciones temporales según sus intereses, así como encuentros académicos y culturales.

4 Metodología

Como parte de un proyecto más amplió se buscó construir un estado de la cuestión muy general con respecto a los proyectos existentes de comunicación pública de la arqueología en el estado de Veracruz, México. Esto pretendía lograrse con una revisión bibliográfica y mediática, para lo que se emprendió la búsqueda de material bajo categorías como “comunicación de la arqueología”, “arqueología veracruzana” o “divulgación arqueológica”, además de búsquedas más especializadas sobre zonas arqueológicas o áreas geográfico-culturales específicas.1 Además de indagar en buscadores generales en la red se realizaron búsquedas más específicas en revistas, periódicos o perfiles digitales con temática divulgativa, tanto a nivel nacional como estatal, además de las páginas y repositorios de instituciones oficiales dedicadas a la investigación arqueológica con un interés central en sus espacios u oficinas enfocadas a la difusión o divulgación.

Al encontrarnos con muy pocos datos, además de un acceso limitado o nulo a los programas de comunicación pública institucionales la primera conclusión o hipótesis fue que existen muy pocos productos divulgativos y ningún programa concreto en la temática. Sin embargo, el hecho de que no pudieran encontrarse esos productos de primera instancia, no significaba necesariamente que no existieran e incluso surgió la pregunta de si las categorías de búsqueda debían ampliarse. Atendiendo a la postura inicial de una adecuación de los conceptos y categorías del estudio de la comunicación pública de la ciencia a las especificidades de cada disciplina, e incluso al contexto en donde se desarrolla esta, se decidió ampliar la búsqueda con un contacto directo con arqueólogas y arqueólogos con trayectoria de trabajo en el estado de Veracruz a través de pláticas informales y entrevistas.

La intención era crear un panorama muy general sobre las acciones existentes de comunicación arqueológica a públicos amplios. Así que más que establecer un marco definido de cómo es o en qué situación se encuentra la comunicación pública de la arqueología en Veracruz, se creó un primer diagnóstico que pueda ser desarrollado más adelante y que proporcione una base para el desarrollo de proyectos de investigación comunicacionales. Los siguientes resultados se desprenden de la búsqueda antes mencionada, que comenzó buscando contactos en el área y solicitando información, convocatoria a la que respondieron dos arqueólogas con quienes se discutieron los primeros hallazgos documentales y las dudas e inquietudes. A partir de ahí se decidió hacer entrevistas semi-estructuradas y se creó un cuestionario con 10 preguntas que permitiera indagar sobre el lugar que ocupa la comunicación pública en el quehacer de los(as) arqueólogos(as); si se encuentran familiarizados(as) con conceptos como comunicación, divulgación, difusión o apropiación social; si es que se da esta comunicación cómo es, que abarca, qué estrategias intervienen, en qué contextos, cuál es la participación comunitaria e institucional y si existe la necesidad de que se desarrolle dicha comunicación a públicos amplios a través de qué tipos de proyectos.

A través de un proceso de bola de nieve se contactó y consiguió la colaboración para obtener cinco entrevistas a profundidad, mismas que se aplicaron en su mayoría de manera presencial y una virtualmente entre abril y mayo de 2022. Fueron cuatro entrevistadas y un entrevistado, todos(as) con formación en arqueología y con experiencia en investigación y docencia en diferentes instituciones.2 El siguiente apartado de Resultados representa el análisis de los datos obtenidos en las charlas y entrevistas a la luz de las posturas teóricas brevemente descritas en los primeros apartados.

5 Resultados

Al cuestionamiento de si la arqueología contempla a la comunicación de su quehacer científico a públicos amplios, es decir, más allá de la comunidad académica, como parte de su trabajo la mayoría considera que no o que muy poco. Solo una de la entrevistadas dice que «definitivamente sí», aunque más adelante profundiza en que se refiere a la comunicación que todos los arqueólogos deben entablar con las comunidades con las que trabajan o mejor dicho con los habitantes de los derredores en donde se llevan a cabo los trabajos arqueológicos: las actividades de vinculación con las comunidades. Un aspecto a destacar es que todas las personas consultadas, a pesar de que pudieran considerar que no es una práctica común entre la comunidad académica de arqueología, sí han realizado en mayor o menor medida algún tipo de actividad o producto divulgativo: libros, conferencias, pláticas o conversatorios (ya sean de manera presencial o virtual), folletos, artículos, talleres, cuentos, plataformas virtuales, infografías, recorridos guiados; mismos que retomaremos más adelante.

Un aspecto que destaca desde el inicio es la observación de que como parte de la formación básica de un o una antropóloga no está el hacer divulgación, es decir «no es algo que nos enseñen». Solamente una entrevistada menciona que, aunque no representa una formación intensa al respecto, la carrera de antropología (que tiene la especialidad en arqueología) de la Universidad Veracruzana (UV) ahora ya cuenta con una materia de Divulgación, difusión y extensión. Lo interesante sería tener una formación más práctica al respecto.

Un punto sobresaliente es la variante generacional: las personas que han egresado en años anteriores parecieron contar con una formación nula al respecto, mientras quienes han egresado en generaciones más recientes parecen estar más en contacto con algún tipo de reflexión sobre divulgación desde su formación inicial. Otro aspecto interesante es el de la formación complementaria o de actualización: dos de las entrevistadas han tomado cursos al respecto, lo que destacan como puntos importantes de inflexión en sus recorridos profesionales, así como en las posibilidades que eso les ha otorgado para diseñar estrategias de comunicación a públicos más amplios, además de reflexionar sobre la incidencia de sus propios proyectos de investigación, así como de su labor como científicas sociales. También mencionan lo importante que es que toda la comunidad académica pueda tener acceso a este tipo de formación, además de un interés por seguirse formando en el área, principalmente en cuestiones más técnicas como de uso y manejo de equipo o estrategias comunicativas.

En cuanto al término con el que están más familiarizados(as) para estas labores comunicativas es con el de “divulgación de la ciencia”, seguido de “comunicación de la ciencia” (aunque no siempre entienden lo mismo en esta categoría). Una investigadora destaca que a ella le gusta el término “socialización de la ciencia”. Los conceptos de comunicación pública de la ciencia y la tecnología o apropiación social del conocimiento sólo fueron reflexionados por una de las entrevistadas, quien es la que ha tenido mayor formación en el área con el Diplomado en Comunicación de la Ciencia de la UV, además de otras actividades de actualización y vinculación con proyectos específicos de comunicación.

La opinión con respecto a si entre los contenidos que se comunican se encuentran aspectos procesuales (más de fundamentos metodológicos, así como del quehacer de la antropología) o solamente los resultados, como podrían ser los datos, está dividida. Es una visión general que todo lo anterior debiera divulgarse, sin embargo, la mitad de los comentarios apuntan a que efectivamente se hace así, mientras que la otra parte enfatiza en que no y que hace falta hacerlo: “contextualizar” los hallazgos y la información proporcionada. Una postura similar se refleja en las opiniones con respecto a si existen diferencias entre la comunicación de la arqueología en contextos urbanos o rurales/más apartados: mientras que el entrevistado cree que lo que cambian son los formatos de las presentaciones, así como el lenguaje; dos de las entrevistadas dicen que sí cambian y que de hecho así se llevan a cabo, mientras que la otra arqueóloga cree que debería cambiar, pero no ha sucedido. Un aspecto sobresaliente es que para los contextos más rurales pareciera sí tenerse más en cuenta que los formatos, productos y discurso deben cambiar y adecuarse, mientras que para los espacios urbanos se combinan difusión académica y divulgación, es decir, se consideran los seminarios, foros, conferencias académicas que son “abiertas” a todo público como actividades divulgativas.

Un aspecto en el que coinciden todos(as) los(as) entrevistados(as) es en que las labores de divulgación en las que han estado involucrado o involucradas responden a un interés personal por llegar a otros públicos, que incluso se financian parcialmente o que realizan de manera voluntaria, o en todo caso responde a invitaciones puntuales de colegas o de iniciativas institucionales académicas o de promoción cultural (como la Dirección de Comunicación de la Ciencia o el Museo de Antropología de Xalapa (MAX) de la UV o de casas de cultura o municipios de algunas de las localidades en las que han desarrollado algún proyecto de investigación). Es decir, no existe una exigencia constante o primordial por parte de sus propias entidades académicas o un programa creado con tales fines exclusivos. Nadie ha colaborado directamente con grupos ya formados de manera más comunitaria, es decir, sin intervención institucional. Igualmente, nadie mencionó algún tipo de relación con medios de comunicación (más allá de los universitarios).

A la pregunta de cómo deciden qué y con qué medios o herramientas comunicar, además de su elección de los públicos o quiénes participan en sus estrategias o actividades comunicativas se logró percibir una sensación de incertidumbre e incluso desamparo, especialmente entre las entrevistadas que han elaborado un mayor número de actividades y productos. En general, han logrado sus cometidos por propios medios, de manera bastante exploratoria y a sabiendas de que la calidad podría mejorar, pero ellas no cuentan con las herramientas ni la infraestructura necesarias. Si bien se nota un respaldo institucional para la difusión de sus productos o para la realización de diversas actividades como charlas y talleres, la parte del diseño, la elección de públicos, la producción, la realización y la posterior evaluación del impacto queda en manos de cada investigadora.

Todas las personas entrevistadas coinciden en que las actividades o proyectos de comunicación pública de la ciencia son necesarias y pertinentes. De la misma manera opinan que el apoyo institucional debe continuar (en los casos que se considera suficiente) o incrementarse (para la mayoría de los casos que piensa que no es suficiente). En cuanto a la justificación para lo anterior existe un consenso sobre la importancia de que todos y todas las ciudadanas conozcamos, comprendamos y contribuyamos a la conservación del patrimonio arqueológico y cultural.

Como parte de las actividades de comunicación pública de la arqueología que hemos podido recopilar están las organizadas de manera inclusiva entre los programas generales de la Universidad Veracruzana, especialmente a través de la Dirección de Comunicación de la Ciencia, para compartir a todas las disciplinas científicas que atiende la institución y en donde han participado arqueólogas y arqueólogos tanto de la Facultad de Antropología (con su respectiva especialidad en Arqueología), como del Instituto de Antropología (IA), así como los diversos agentes desde el MAX como los programas de Sábados en la Ciencia o Tardes en la Ciencia; además de eventos como la Feria Internacional del Libro Universitario o festivales científicos y culturales que se establecen en coordinación con otras instituciones gubernamentales y organizaciones.

Resulta interesante la observación sobre la interacción que existe entre las diversas instituciones que se dedican a la investigación arqueológica: además de las instancias de la UV se participa activamente con personal del INAH y con gente de otras instituciones. Otra de las entrevistadas es actualmente investigadora del Colegio de Veracruz, que, aunque no tiene la carrera o línea específica de Arqueología, tiene diversas áreas en donde se pueden dar colaboraciones interdisciplinarias; de la misma manera existen proyectos colaborativos con otras entidades nacionales como la Universidad Nacional Autónoma de México. En dicha interacción institucional podemos ver que el Museo tiene más la responsabilidad de divulgar, y por tanto sus actividades y planeación van más enfocadas a esos aspectos, mientras que los investigadores e investigadoras de la facultades e institutos “hacen una divulgación un poquito más o un poquito menos… dependiendo del interés de cada quien” [Yamile de la Cruz, comunicación personal, 2022].

Como actividades más específicas o enfocadas a la arqueología podemos mencionar programas del MAX como “Un museo para todos”, en donde personal del museo va “a casas de cultura o a comunidades que las soliciten y ellos ponen la museografía… que está aquí en el museo [y que] responde a las necesidades sociales de la comunidad. O sea, no es la misma museografía para todos, sino que estudian… hacen un análisis social breve de la comunidad y… ponen las réplicas o lo que ellos necesiten del Museo de Arqueología de Xalapa de acuerdo a esas necesidades” [Virginia Arieta, comunicación personal, 2022]. Un material creado por el Museo y que se distribuye en el mismo es la “Guía de visita guiada para niños” que desde su creación tuvo el interés específico se acercarse a este público particular. Igualmente, como parte de las actividades del Museo se realizan visitas guiadas, además de que se diseñan exposiciones temporales (en paralelo del mantenimiento de las exposiciones permanentes de las seis salas con las que cuenta), además de otras actividades que se realizan ya sea a iniciativa del propio museo o de agentes externos. A las visitas guiadas al museo también se unen las hechas en algunas zonas de monumentos arqueológicos, como El Tajín. Además, se mencionó la iniciativa o proyecto del INAH a nivel nacional “Notas de investigación arqueológica”.3

Otro aspecto a destacar es el papel que jugaron las restricciones y cambios en las formas de trabajo que impuso la contingencia debido a la COVID-19, especialmente en el uso de tecnologías digitales y su potencial de llegar a más personas, además de permitir explorar el contacto con públicos que de un inicio no estaba contemplado. En las entrevistas se mencionó el tema más ampliamente, pero se describieron tres casos de manera particular: la organización de un Webinario a gran escala, la adaptación que tuvo que hacerse a la celebración-exposición con motivo de Días de Muertos en el IA a modalidad “a distancia” y la creación de cápsulas informativas para un espacio primero académico y después cultural con difusión regional. Todos estos casos surgieron como estrategias suplementarias que más adelante han ido desembocando en un interés por mantener abiertos canales de comunicación que ya existían, pero que han tomado mayor preponderancia como las redes sociales y los repositorios digitales.

El Webinario Internacional de Arqueología empezó como una estrategia remedial para estudiantes del área de arqueología de la Facultad de Antropología — UV, con la intención de mantenerse en contacto con diversos especialistas en la materia. Pero, “no terminó ahí porque pronto personas de todo el público, eran redes abiertas… personas de otros públicos… empezó a interactuar… profesores de educación básica, de media superior, de secundaria… muchos estudiantes de secundaria, bueno, personas de todas procedencias. Y fue más interesante porque empezaron a surgir estas otras preguntas… cuando uno tiene esas preguntas de los públicos amplios, uno se da cuenta que el interés que tienen las personas, pues, es genuino para intentar saber y conocer… las cosas que los arqueólogos a veces no queremos reconocer como preguntas importantes…” [Gibrann Becerra, comunicación personal, 2022]. La reflexión que generó este evento tuvo que ver con la visualización de otros públicos, además de los estrictamente académicos y especialmente arqueológico, que tenían intereses en la disciplina, pero no siempre coincidían con los intereses centrales de investigadores; también sobre la reducción de costos económicos y de las maneras de interactuar que posibilitan, por ejemplo, el que al mismo tiempo que expone alguien se vayan generando preguntas y discusiones en los apartados de comentarios y chat de las plataformas digitales que las transmiten.

Algo similar ocurrió con docentes que buscando herramientas de conectividad con sus estudiantes o maneras de mantenerse activos y activas incrementaron sus recursos en redes sociales como YouTube o Facebook. Por ejemplo, al crear un canal4 en donde se subía material como parte de cursos: al inicio sólo contenido exclusivo para estudiantes y después de manera pública como cápsulas elaboradas de manera “casera”, ya fueran en video o audio, y que más tarde se insertaron en programas como convocatorias del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología mexicano (CONACYT) o el Instituto Veracruzano de la Cultura, quienes contribuyeron a una difusión más amplia en sus canales institucionales. Igualmente sucede con la transformación de eventos en donde tenía que encontrarse la manera de poder desarrollarse y en el camino se ha ido experimentando con la realización de infografías o videos cortos, lo anterior reemplazando formatos como los textos extensos o las conferencias más largas.

Una constante a lo largo de las entrevistas fue la relación entre las actividades de vinculación con la comunidad propias del trabajo arqueológico y las actividades de comunicación y divulgación. Mientras que en algunas ocasiones se veían prácticamente como sinónimo, en otras se consideraban situaciones inseparables o que por lo menos han aparecido en sus experiencias como arqueólogos(as). Aquí se percibe como el público principal a atender el conformado por las comunidades en donde se llevan a cabo las excavaciones arqueológicas (con proyectos de salvamento, rescate e investigación) o en general el trabajo de campo necesario para las investigaciones y el cabal cumplimiento de las normas legales y de convivencia comunitaria. Como parte de dichas actividades se encuentran pláticas, especialmente en las escuelas de todos los niveles y con las autoridades locales; talleres (sobre excavación, realización de vasijas, de pintura, colaborativos e informativos); foros, exposiciones en recintos comunitarios como las casas de cultura, el parque o la escuela; creación de mapas, cuentos e incluso una plataforma interactiva. También se comentó la relación estrecha entre estas acciones de comunicación, más que de la arqueología como tal, del patrimonio arqueológico con las actividades de turismo que se dan en las diferentes regiones de Veracruz.

6 Discusión

Son muchos y variados los puntos que podrían discutirse a partir de las opiniones recabadas en las entrevistas, además de los datos surgidos a través de un proceso de bola de nieve iniciado por las recomendaciones y experiencias de las personas entrevistadas. Se prenden muchas luces al hacer una comparación con la teoría producida tanto en comunicación pública de la ciencia y la tecnología, como desde la perspectiva que adjudica un campo específico en el área a las ciencias sociales, además de la literatura disponible sobre experiencias en divulgación del patrimonio arqueológico. Uno de los aspectos que limitaron la búsqueda de información al inicio fue el acotar la categoría a “comunicación de la arqueología” (comentada al inicio), ya que una exploración más detallada, además de la escucha a las(os) arqueólogas(os) consultadas(os) muestra que pueden ser más prolíficas las categorías de “divulgación del patrimonio”, “apropiación patrimonial”, “difusión del patrimonio arqueológico” o similares. Lo anterior mueve la concepción más clásica de atender a las actividades y productos comunicativos de una determinada disciplina científica a la de contemplar más específicamente a su objeto de estudio primordial. Sería interesante el análisis extensivo a otras disciplinas, así como de cuáles podrían ser las razones de estas diferencias y con ello mantener una postura más abierta en la investigación en comunicación de la ciencia.

Una de las cuestiones ampliamente discutidas en el campo PCST es la relativa a la confusión entre divulgación y difusión que existe en la comunidad científica; y recientemente también se ha combinado, con la discusión de si “acceso abierto” es sinónimo de comunicación pública con lo que ha surgido la pregunta: ¿cuál es realmente el alcance de las actividades de difusión? Las opiniones recabadas en las entrevistas aquí analizadas contribuyen a dicha discusión. Si bien, la línea entre dónde termina la difusión entre pares y comienza la divulgación para los públicos no especialistas puede ser difusa, además de que conviven y se complementan en muchos casos, sí existen parámetros generales. Manuel Gándara [2018] al desarrollar su propuesta de divulgación significativa del patrimonio cultural arqueológico, nos dice que la difusión está dirigida a un público especializado y familiarizado con los términos técnicos, que tiene los antecedentes y el contexto de la parte del patrimonio que se expone, además de que entiende, en consecuencia, su relevancia. Por otra parte, la divulgación está dirigida al gran público, o mejor dicho a los públicos no especializados, que no tiene porqué conocer la terminología disciplinaria, que no tiene necesariamente los antecedentes y el contexto, y para quién lo propuesto será interesante si es relevante en su vida cotidiana. En este sentido el lenguaje es clave para la realización y distinción entre productos de difusión y los de divulgación, o más ampliamente de comunicación pública. Muchas veces los y las investigadores difundimos, cuando lo que queremos en realidad es divulgar. “Para divulgar es necesario ‘interpretar’, esto es, traducir el léxico especializado (o definirlo, en aquellos casos en que es indispensable que algún concepto técnico se conozca), así como proporcionar antecedentes y contexto que permitan a los públicos entender y disfrutar de manera más profunda el patrimonio cultural en general” [Gándara Vázquez, 2021, p. 428].

Bajo esta misma línea, cabría la pena preguntarse si varios de los productos y actividades comentados durante las entrevistas entrarían realmente como de comunicación pública. Tomando en cuenta la postura de que existen diferentes niveles de divulgación, el hecho de que estos mensajes lleguen a un público que va más allá de la comunidad arqueológica y de las relacionadas directamente, efectivamente abre el camino a una comunicación pública. Sin embargo, para decidir si efectivamente surtieron un efecto significativo o de apropiación en los públicos habría que analizar algún tipo de evaluación, misma con la que no se cuenta. En algunas de las entrevistas se reflexiona al respecto y se admite que en algunos casos ha faltado la reestructuración del lenguaje y los contenidos, mientras que en otras ocasiones sí se ha trabajado en ello. Con dos de las entrevistadas también surgió la reciente controversia surgida a partir de las nuevas exigencias de CONACYT5 para que investigadores realicen actividades y productos de divulgación, que se agrupan bajo la categoría de “acceso universal al conocimiento” en donde se muestra que la misma institución que tendría que guiar a la comunidad científica no deja claros los parámetros de a qué se refiere con productos divulgativos, ni da una guía precisa para su desarrollo.

Puede anotarse como tarea pendiente la reflexión profunda desde las instituciones académicas y las políticas públicas sobre las tareas de comunicación pública de las ciencias: qué es, cuál es su importancia, cómo debe llevarse a cabo, el asunto de la formación de personal. De igual manera, la investigación en el área podría profundizar en el análisis de los eventos y productos ya comentados.

Como parte de las observaciones hechas al inicio sobre la postura de que la comunicación de las ciencias sociales tiene particularidades con respecto a otras disciplinas, entre otras razones, debido a sus objetos de estudio, además de su cercanía con comunidades o grupos de personas que pueden ser los sujetos investigados o incluso co-configuradores de conocimiento científico, se puede reflexionar sobre las necesidades de acciones de vinculación que necesariamente requieren de estrategias comunicativas que resultan fundamentales y en ciertos proyectos de investigación desde la parte misma de la indagación se van desarrollando tanto acciones como contenidos desde las propias perspectivas de las comunidades. Es decir, la necesidad de interpretación de un contexto y lenguaje técnico a uno más accesible puede desaparecer, con lo que la idea de la divulgación o de comunicación a manera de “puente” entre discursos se atenúa o incluso desaparece. Aquí también sería interesante encontrar parámetros que nos permitan ver si dichas acciones realmente contribuyen a la apropiación social de la ciencia desarrollada o si sólo cubre necesidades de interacción más inmediatas. Además, surge la pregunta de qué sucede con los públicos que no conforman esas comunidades aledañas, ¿es suficiente con comunicar entre las personas cercanas a los yacimientos que se estudian?

También interesante es la distinción que pudiera percibirse entre las razones de por qué se llevan a cabo dichas acciones: en algunas entrevistas se notó un tono más de la necesidad de informar para así conducir a acciones más pragmáticas de valoración y preservación del patrimonio, mientras que en otras opiniones se dejan entre ver inspiraciones que apuntan más a la responsabilidad social de arqueólogos(as) por compartir, además del derecho de las comunidades a conocer y re-apropiarse de su propia historia y patrimonio cultural.

Aunada a esta idea de la responsabilidad social de la ciencia y de sus agentes, es particularmente interesante el comentario de una de las entrevistadas sobre lo difícil que puede resultar para algunos(as) colegas el realizar actividades de comunicación dirigidas a públicos más amplios por varias de las razones antes comentadas, pero también por cuestiones de gustos, personalidad, capacidades o facilidad para el manejo de ciertas herramientas. Aquí surge la interrogante de si esta es una responsabilidad de la academia que se traduce de manera individual a cada investigador e investigadora o si más bien deba encontrarse un equilibrio en donde pueda existir una repartición de las actividades de manera más comunitaria, es decir, con la responsabilidad para cada participante de ver que el conocimiento se comunique, aunque no con la obligación de hacerlo de manera personal. En casos como el anterior es que toman relevancia propuestas como la de Olivé [2007] de que los sistemas de ciencia y tecnología tienen también la obligación de formar gestores que ayuden con esas tareas de maneras más efectivas.

Al respecto resulta ilustrativa una de las opiniones antes descritas sobre la interacción entre distintas entidades de una sola institución, en este caso la UV, en donde en unas recae más el peso de la investigación y en otras la responsabilidad de comunicación tanto entre diferentes comunidades científicas como fuera de ellas. Lo anterior no es exclusivo de la arqueología, ni de las disciplinas científico sociales, pero sí adquiere ciertas particularidades por el contacto que mantienen con otras instituciones, actividades y comunidades (mismas que ya se han comentado). Resulta también destacable el amplio uso que se da a las redes sociales, especialmente Facebook o YouTube, que al parecer han resultado en canales más efectivos que las plataformas propiamente institucionales. En este sentido cabría también una evaluación de qué pasa con los públicos sin acceso a herramientas digitales.

Al sistematizar todos los datos recabados, especialmente sobre los proyectos específicos que incluyen actividades de comunicación o que han generado productos divulgativos resultó sorprendente que fueran muchos más de los esperados. Sin embargo, no resulta coherente que tenga que hacerse un trabajo arqueológico, válgase la expresión, para tener acceso a dicho material (en la mayoría hay que hacer una búsqueda muy puntual, por ejemplo, ya conociendo los enlaces a sitios en la red). Es decir, si son productos diseñados para hacer de más fácil acceso la información y reflexiones de investigación a públicos no especializados, que se acercan a dichos contenidos o actividades de manera voluntaria y con un contexto más reducido, es de esperarse que puedan encontrarse de manera más intuitiva y accesible.

7 Para continuar

Como posibles líneas para profundizar en la investigación sobre la situación de la comunicación pública de la arqueología en Veracruz, y en general en México, se proponen las siguientes: diferentes conceptos y categorías utilizadas y desarrolladas dentro de la arqueología de acuerdo a su tradición disciplinar, intereses y objetos de estudio (por ejemplo, las distintas concepciones sobre difusión, divulgación, acceso abierto, actividades de vinculación comunitaria; estudio de públicos, su elección e impacto); predilección de canales y productos utilizados y creados por arqueólogos(as) y agentes involucrados, así como su utilización (como el caso del uso de redes sociales para actividades académicas y de difusión).

De la misma manera, para reflexiones que aporten en el desarrollo de una comunicación de la arqueología, entre muchas otras, puede apuntarse la necesidad de discutir conceptos básicos ya mencionados como divulgación y difusión: qué sí y qué no es una comunicación pública; a qué público enfocarse (¿sólo es importarte dirigirse a las comunidades aledañas a los yacimientos arqueológicos?); cuál es la importancia de la comunicación pública de las ciencias, además de quiénes y en qué medida son responsables de llevarla a cabo (responsabilidad social de agentes científicos, derecho ciudadano de acceso a la ciencia).

Referencias

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UdeA (2013). Apropiación social y uso del conocimiento. UdeA. Medellín, Colombia.

Autor

Semati Palmera Rodríguez Ríos. Licenciada en Comunicación (UIA-Puebla), Maestra y Doctora en Filosofía de la Ciencia en la línea en Comunicación de la Ciencia (UNAM). Con experiencia principalmente en docencia e interesada en comunicación pública de ciencias sociales, comunicación intercultural, difusión del patrimonio y apropiación de ciencia y tecnología en contextos de diversidad cultural. Ahora realizando una estancia de investigación posdoctoral en el Instituto de Investigaciones en Educación de la Universidad Veracruzana, México con una beca CONACYT.
E-mail: sematipalmera@icloud.com

Notas al final

1Como parte de una revisión sobre investigaciones en el tema y descripción de proyectos se utilizaron buscadores como Google académico, Latindex o los repositorios digitales de universidades como la UNAM o la UV. Sin embargo, el interés central recae en la información que se encuentra accesible para públicos no especializados desde buscadores no académicos, como el mismo Google, Bing o las principales redes socio-digitales.

2Agradezco a Dra. Lourdes Budar Jiménez, Dra. Virginia Arieta Baizabal, Dra. Sara Ladrón de Guevara González, Dra. Xóchitl del Alba León Estrada, Mtro. Gibrann Becerra Álvarez y Dra. Yamile de la Cruz Lira López por su valioso tiempo y sus respuestas.

3Hay 40 notas publicadas entre octubre de 2014 y agosto 2022, de las cuales dos son relativas a investigaciones realizadas exclusivamente en el estado de Veracruz y una más a una región en que se incluye el estado.

4Puede visitarse el canal “Divulgando el patrimonio”: https://www.youtube.com/channel/UCpQVEk3heUVt-NEUvrCX_1w.

5El CONACYT se encarga de promover las actividades de investigación científica e innovación y de los estímulos a la producción científica del país.