Reseña de libro

Gasparri, E. y Casasola, M. S. (2017)
Ocho lupas sobre la comunicación de la ciencia.
Rosario, Argentina: Editorial de la Universidad Nacional de Rosario

La comunicación de la ciencia penetra hoy una variedad inédita de espacios de la cultura. Por lo recorrido y las batallas ganadas, las reflexiones que ofrece el libro “Ocho lupas sobre la comunicación de la ciencia” (2017, UNR Editora) se vuelven no solo oportunas sino indispensables. El momento demanda refrescar las preguntas acerca de qué nos está pasando con la ciencia y qué rol está cumpliendo la comunicación de la ciencia, con ojos bien atentos. Las lupas son ideales para eso, para mirar de cerca, detenida e incrédulamente. También son ideales para acompañar preguntas y despertar curiosidades nuevas.

Cada capítulo de este libro ubica la lente de aumento en un aspecto distinto del vínculo entre ciencia, tecnología y sociedad. Y no solo describe escenarios actuales, contextualizados e historizados, sino que argumenta en favor de despabilarnos y atender los costados menos obvios y más polémicos de las prácticas y el consumo de la comunicación científica.

Los textos de los autores y autoras — investigadores y comunicadores de Argentina con amplia experiencia y conocimiento del campo — comparten, previsible e inevitablemente, observaciones comunes. Por ejemplo, coinciden en repasar transformaciones y progresos, y en resaltar necesidades y deficiencias, tanto de la investigación como del ejercicio de la comunicación científica y tecnológica. Y, si bien por tales coincidencias el lector podría echar menos despuntes más disruptivos y prácticos, junto con la incursión en temas tradicionalmente desconocidos — qué les pasa a las audiencias es uno de ellos, — el recorrido de miradas es de consumo obligado (especialmente para estudiantes de ciencias que, incluso, pueden encontrar interesante descargar el contenido en formato auditivo a través de los códigos QR que ofrece el libro).

Ana María Vara retoma la nube terminológica (comunicación, divulgación, popularización) que históricamente acompaña al campo, para redescubrir el posicionamiento ideológico y el peso político que sustenta cada concepto. Su lupa son las controversias técnicas. Con ellas, y la noción de riesgo, amplifica “la complejidad de los procesos de producción, diseminación y puesta en uso de los conocimientos científicos, así como la mirada de los actores involucrados”. Vara recomienda ejercer e investigar “comunicación de la ciencia” sobre controversias técnicas porque enriquece la tarea de entender, informar y participar en los procesos de incorporación social de tecnologías.

En línea con las batallas ganadas, Carina Cortassa señala que si bien la “cultura científica” ya no suena a oxímoron, aún hay mucho camino por recorrer. Aunque los ámbitos académicos y de políticas públicas avanzaron en los últimos años, la articulación entre las partes aún es débil y defectuosa, sostiene. Cortassa repregunta: “¿qué es esa cosa llamada ‘comunicación de las ciencias’?”. Y responde: aunque la “efervescencia epistemológica” clarificó lo conceptual, los avances aún no se derraman lo suficiente. Las políticas públicas, en particular de Argentina e Iberoamérica, aún conservan concepciones y objetivos limitados. Las instituciones científicas siguen sin tener claro cómo, para qué y por qué trabajar en “cultura científica”. Para Cortassa, “resta encarar una discusión de fondo y extendida” sobre enfoques y propósitos en función de acciones y concepciones de “cultura científica” menos restringidas.

La lupa de Astrid Bengtsson es tan precisa y oportuna como la de sus vecinos de capítulos. La autora coincide en apreciar el “crecimiento constante y sostenido” de acciones y formas de comunicar la ciencia, a la vez que advierte lo que falta recorrer para profesionalizar la tarea. Desde su lente, la psicología del aprendizaje, es posible revelar los “filtros invisibles” que condicionan las prácticas. Para ello es necesario explorar las concepciones de los propios científicos y comunicadores sobre qué es el conocimiento, cómo comunicarlo y adquirirlo para lograr que el ejercicio se convierta en una herramienta de “cambio social” y construcción del conocimiento. Para que se pueda “dialogar con otras maneras de entender el mundo”, para entender mejor el mundo.

“Así como la televisión aportó más que la imagen a la radio; las redes sociales aportan muchos elementos nuevos (…)”, observa María Soledad Casasola. Y entonces pregunta lo inevitable: ¿qué hacemos con ellas? ¿Estar porque hay que estar? ¿Usarlas con lógicas de otros medios? ¿Apostar a más? Casasola escoge la lupa de la “educomunicación” para iluminar dos pistas, objetivos claros y creatividad, indispensables para “poner en diálogo diversas voces que hablen sobre las heterogéneas relaciones entre ciencias y sociedad” y “aceptar la idea de que el conocimiento se construye”, no solo se entrega “cerrado y estanco para su aceptación social”.

El cristal de Antonio Mangione se enfoca en un microorganismo virulento: el sensacionalismo científico. Sus síntomas: “cuellos de botella” informativos que ocultan relatos de procesos, relaciones de poder y conflictos de intereses, a la vez que conspiran contra la democratización del conocimiento. Mangione receta “vivir la ciencia”, por ejemplo, a través de iniciativas de ciencia ciudadana y de ejercer “una contra hegemonía del saber desde las universidades”.

A partir de la consigna “no es posible considerar ni una única ciencia, ni una única sociedad como totalidades homogéneas”, Elena Gasparri propone renovar los filtros para entender y actuar la comunicación social de las ciencias desde la comunicación estratégica. Con su lupa — puntualmente enfocada en los vínculos entre ciencias y sociedades en el marco de la Universidad Nacional de Rosario — observa que en la arena cultural hay encuentros posibles entre saberes diversos, con potencialidad para construir nuevo conocimiento y transformar realidades.

La lente de Sandra Murriello se focaliza en los museos de ciencias. Con ella ve la oportunidad de enriquecer las experiencias museales incorporando las agendas de los visitantes, la reflexión crítica y las controversias. Es tiempo de desajustar el “corset disciplinar”, observa Murriello, para volver a preguntar qué ofrece un museo y cuál es potencialidad de interpelar a los visitantes en favor de empoderarlos, “más que reducirlos a entretenidos espectadores”.

Al final de la mesada, Carmelo Polino ubica su objetivo en la “coordenadas sociológicas” de la comunicación social en la tecnociencia contemporánea, esto es, en las nuevas prácticas y valores que guían el proceso de investigación científica e innovación tecnológica. Y señala que “en el seno de la tecnociencia actual hay una tendencia fuertemente comunicativa” en la que conviven la colaboración y los conflictos de valores. Para este autor, “precisamos estudiar en clave sociológica las prácticas comunicativas y sus valores asociados”.

“Ocho lupas sobre la comunicar la ciencia” comparte con el lector ocho miradas agudas y experimentadas sobre el campo. El conjunto de observaciones retrata tan claramente dónde estamos ubicados, qué senderos fueron más y mejor recorridos y cuáles no, que el lector podría sentir ganas de continuar. Por ejemplo, para tener la oportunidad de conocer, pensar y entender qué está sucediendo con los cruces interdisciplinarios inéditos; con la incorporación de relatos que incluyen preguntas, tematizan desigualdades de género, definen condiciones políticas y adicionan cantidad de comentarios humanos; o con la ampliación de voces y prácticas, incluso directas desde los laboratorios.

En plan de recarga, el lector también podría sentir curiosidad por revisar intervenciones invaluables y novedosas, de las ciencias y sus comunicaciones, en espacios y situaciones críticas y de relevancia humanitaria, como fue en el caso del debate sobre la despenalización del aborto en Argentina [Kornblihtt, 2018]. También puede echar de menos, como fue mencionado, comprender mejor a la audiencias y — algo muy codiciado que no solo se echa en falta en este material sino que es una vacancia del campo en general — encontrarse con bibliografía que COMPARTA herramientas prácticas para que el camino hacia la adultez de este oficio avance sin contradicciones, con pasos sólidos, afianzados y responsables. Lo que se extraña en esta edición no hace más que augurar una segunda vuelta de miradas igual de atentas y nuevas herramientas para la comunicación de las ciencias.

Referencias

Kornblihtt, A. (18 de septiembre de 2018). ‘Por qué testifiqué en el debate sobre el aborto en Argentina’. Contratapa. Diario Página 12. URL: https://www.pagina12.com.ar/129046-por-que-testifique-en-el-debate-sobre-el-aborto-en-argentina (visitado 15 de noviembre de 2018).

Autor

María Eugenia Fazio es docente investigadora de comunicación pública de la ciencia y la tecnología en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Es Doctora por la Universidad de Oviedo (España), donde hizo su tesis sobre “Narratividad sobre nanociencias y nanotecnologías en diarios de España y Argentina”. Integró diversos equipos de investigación sobre estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS): Centro REDES y Fundación CENIT de Argentina, e Institute of Development Studies (IDS) de Inglaterra. Integró el equipo de programación cultural del Centro Cultural de la Ciencia (MINCyT, Argentina) y participó en la creación del Programa de Comunicación de la Ciencia de la UNQ, el cual actualmente integra. E-mail: meugenia.fazio@gmail.com.